Los hondureños volvimos a demostrar que no podemos disfrutar de un evento -que no es nuestro, por cierto-, sin caer en estúpidos apasionamientos.
Llegará un día en que toda esa energía y pasión sean canalizadas de manera positiva para construir nuestra propia identidad nacional.
Aquí, en este país, sacamos los pañuelos cuando Messi y Cristiano Ronaldo lloran; y nos insultamos en la interminable y tonta guerra entre los seguidores de Real Madrid y Barcelona.
(Seguidores hondureños, debo aclarar, no de las ciudades de Madrid y Barcelona).
Si Messi falla un penal y llora, los hondureños que le van al Barcelona inundan las calles con sus lágrimas, mientras los madridistas se frotan las manos y disfrutan con el mal ajeno, se carcajean y mandan memes.
Y si CR7 se lesiona y lloran, los hondureños que le van al Madrid inundan las calles con sus lágrimas, mientras los barcelonistas se frotan la manos y disfrutan con el mal ajeno, se carcajean y mandan memes.
Tampoco me mal entiendan. Disfruto con todo esto, pero llega un momento, cuando la estupidez y la bajeza se imponen, que me aburro y pierdo el interés.
¿Qué pasaría si aquí en lugar de chillar por Messi y Cristiano, lo hacemos por?:
Los asesinatos de dirigentes lencas ambientalistas.
La crisis en la U.
La lentitud por resolver el caso del Seguro Social.
Los árboles a los que les meten sierra.
Por las madres de cinco muchachos que murieron asesinados en la colonia Villanueva de Tegucigalpa.
La peligrosidad de los narcopolíticos.
El negocito de los peajes.
Y tantos otros…
Si el mismo amor le tuviéramos a las cosas que son de Honduras, convencido estoy en que tendríamos un mejor país.
Como creo, firmemente, que los hondureños, como se dice por allí, deberíamos bajarle un poco al gas con las cosas que son de afuera.
O, al menos, disfrutarla sin caer en el absurdo.