Estamos en tiempos donde la inoperancia de las autoridades y del sistema corrupto cansó a la población.
Ayer mientras leía RadioHouse, supe sobre los delincuentes que quisieron asaltar una pulpería en el barrio Pueblo Nuevo de Tegucigalpa. Resulta que el dueño aplicó la justicia con sus propias manos. Amarró, pateó y casi casi que los prende en llamas.
No me extrañaría que estas noticias se vuelvan más frecuentes en el país, debido a que no veo resultados positivos en cuanto a la seguridad de los ciudadanos se refiere. Hace un par de meses conocí a tres personas que se vieron obligados a cerrar sus negocios, porque las ganancias que obtenían, se las pagaban a los mafiosos que llegaban a cobrar el impuesto de guerra.
Estamos sumergidos, ahogándonos y en desesperación, no hay nadie que responda por nosotros. No es normal que tengamos miedo a una moto que se nos pone al lado en un semáforo. Que tengamos miedo de caminar por las calles sin estar viendo para todos lados y ojo al Cristo para que no nos vayan a poner el balde.
Vivimos en “barrios seguros” que para los extranjeros que nos visitan, no son más que portones que nos quitan la libertad y convierte el vecindario en una enorme cárcel. Se ven horribles por cierto.
Es de aplaudir la valentía con la que el dueño de esa pulpería actuó y se libró de su yugo. Somos muchos más los que queremos una Honduras diferente, libre de delincuentes en general.
No nos dejemos dormir con cortinas de humo. Que el verdadero problema de Honduras es que no tiene trabajo y educación, por tanto no hay para comer.
A los gobernantes, no se hagan los de a peso, apliquen el juramento a la Bandera Nacional: ¡Justicia, Libertad y Paz! ¡Prometo honrar a la Patria, servirla y defenderla bajo un solo propósito para beneficio DE TODOS!
¡Por mientras aplaudámosle al “maistro” de la pulpe!