Son muchos los aspirantes, muy pocos los privilegiados. Cada cuatro años logramos vivir el evento que reúne a los grandes atletas mundiales, sin embargo sólo los mejores los que logran participar en la gran justa: Los Juegos Olímpicos. Falta poco para que comience el éxtasis de la carrera de un deportista, cuyo objetivo constante es lucir una medalla, para lo cual se trabaja durante años enteros y seguramente sacrificando hasta lo inimaglible. Rio de Janeiro se viste de gala, lo hace para recibir a todas las delegaciones del Planeta, entre ellas la delegación Hondureña.
Me propuse un ejercicio personal, una pequeña encuesta en la que pregunté a 10 personas al azar, amigos o incluso personas desconocidas: “¿Sabés quiénes van a participar por Honduras en los Juegos Olímpicos?”, de las 10 personas encuestadas sólo 1 supo decirme una respuesta correcta y distinta a “La Selección de Fútbol”. Esto me lo temía y me persiguió un sentimiento de tristeza. No voy a plantear causas del por qué el deporte nacional no brilla a nivel internacional, eso me sumaría demasiadas páginas a esta columna, son demasiadas y cada una más inconcebible que la otra.
Honduras tiene mucho potencial para que triunfar en todo tipo de deporte de alto rendimiento, simple y sencillamente la ayuda que se recibe es escasa o nula, y la inspiración no es constante, aparece sólo en raras ocasiones, sin mencionar que el ambiente en la mayoría de los casos no es el ideal para el ejercicio. No debemos exigir, debemos admirar y creer que con haber llegado a los juegos olímpicos es una gran proeza, no me gustaría decir eso, me gustaría exigir a los deportistas nacionales, pero sabiendo el contexto austero en que se desarrolla la mayoría, los admiro enormemente. Hemos vivido toda nuestra historia de inspiraciones de atletas mágicos, que ha impulsado la esperanza de creer que a veces las cosas van a salir sin planificación fundamentada, y afortunadamente esa esperanza se hizo realidad en algunas ocasiones a Nivel Centroamericano o Panamericano, de las cuales nos sentimos orgullosos, pero que a largo plazo nunca sentaron bases para lograr un triunfo rutilante: una Medalla Olímpica. Desde la primera ocasión que Honduras participó en Juegos Olímpico, jamás ganamos una medalla.
Tenemos una nueva oportunidad en los Juegos Olímpicos de Rio, pero la realidad luce lúgubre, la simple y cruda realidad nos dice que estamos muy lejos de una medalla, y que si por alguna razón extraordinaria se lograse, sería mérito de atletas excepcionales que triunfaron porque sus aptitudes para el deporte son brillantes, magníficas y no por una planificación nacional en materia del deporte.
Otra vez, como deporte rey en nuestras hermosas tierras, las esperanzas están puestas en el seleccionado nacional de fútbol, esa selección que dirigida por Jorge Luis Pinto nos llena de expectativas a todos nosotros. Llegamos a Brasil con un gran desafío, lograr igualar o superar la marca impuesta en Londres 2012, clasificar a la siguiente ronda, tratar de salir vivos de un grupo donde está Argentina, Portugal y Argelia, la verdad se ve cuesta arriba, pero como estamos acostumbrados a vivir de los sueños y la esperanza, consideramos una opción el fútbol. Así somos, futboleros.
Todos los partidos son importantes, pero pienso que para Honduras el partido trascendental es el primero, contra Argelia el Jueves 4 de Agosto a las 12:00. En ese juego Honduras marcará la tendencia del torneo, creo que si el seleccionado de Pinto se conjunta, juega se forma inteligente, sabiendo manejar los tiempos y sabiendo hasta donde pueden llegar los límites de la capacidad de nuestros futbolistas, podemos lograr un resultado positivo. Como dicen “Los partidos hay que jugarlos”.
Esta selección tiene una particularidad, los jugadores seleccionados pueden ser base inmediata para la selección mayor. A partir de la escasez de prospectos para la Selección Absoluta, se crea un subconsciente colectivo que piensa que en esta selección están las esperanzas no sólo para los Juegos Olímpicos, sino para el futuro.
Tratemos de disfrutar los juegos olímpicos, confiando en que nuestra delegación pueda brillar, confiando en su trabajo, aunque cueste, confiemos en que podemos ser de oro. Y si sucede, celebremos porque vale la pena. Soquemos y esperemos que se logre algo positivo en Rio 2016.