Guillermo Anderson es la más reciente de las víctimas del irrespeto de los medios de comunicación, quienes, con impunidad absoluta, traspasan la línea de la ética y nos embarran con la cochinada del amarillismo.
Las imágenes del mejor cantautor hondureño de los últimas décadas acostado en una camilla, luego de ser trasladado de emergencia de Guatemala a La Ceiba, fueron publicadas sin pudor por TODOS los diarios en sus ediciones impresas y digitales y por canales de TV, y compartidas morbosamente en sus redes sociales.
“Editores” y periodistas de poca monta que jamás han ido a un concierto de Guillermo o comprado un CD suyo, subieron la nota acompañada de la foto sin ponerse a pensar -¿Y es que piensan?-, en el dolor de la familia, especialmente de su esposa y sus tres hijas.
Ya no hay límites.
En nombre de la libertad de expresión, los medios transmiten imágenes de cadáveres descompuestos, decapitados, sesos, intestinos, y los hondureños, tontamente, estúpidamente, no solo lo aceptamos, sino que nos deleitamos y compartimos esas fotos y noticias.
Ahora las conversaciones más comunes son de “Allí te mando el videíto donde se ve cómo le pegan un tiro en la cabeza a un guardia”.
UN ALTO YA
Lo que le hicieron a Guillermo es intolerable.
Así se la paga a un hombre que no ha hecho más que ayudarnos a descubrir a Honduras, a enamorarnos de sus bosques, selvas, animales, danzas y mares, y que nos ha enseñado a amarla con sus defectos y su subdesarrollo.
FOTO: Guillermo en una noche de arte en su amada La Ceiba.
Guillermo -trovador, poeta, genio-, además, ha colaborado, como pocos, a que el mundo conozca a la cultura garífuna.
Y, por si fuera poco, es una voz de esperanza, fe, alegría y optimismo, uno de los pocos hondureños que no se ha dejado derrotar por el pesimismo en un país con sobreabundancia de amargados.
A estos “periodistas”-aves de rapiña que se llevaron de encuentro a Guillermo y que a diario nos bombardean con sangre, hay que ponerles un alto. ¡No más!
Como periodista que soy, estaría de acuerdo en que los legisladores le den vida a una ley (LA LEY GUILLERMO ANDERSON), que castigue penalmente a quienes publiquen imágenes que dañen la dignidad de los seres humanos.
Esto incluye a los policías que permiten que fotógrafos y camarógrafos invadan escenas de crímenes, o funcionarios como los que cobardemente filtraron la imagen de Guillermo en la camilla.
(Por cierto… ¿Quién fue el que le dio esa foto a los medios? ¿Cómo se llama? ¿No debería ser despedido por lo que hizo?).
Mientras Guillermo nos habla de amor y de la construcción de un mejor país, los hondureños -hipócritamente-, nos quejamos de la violencia y acusamos a las autoridades, pero nos seguimos deleitando con cada asesinato que ocurre.
Es cierto: es la realidad. Pero eso no justifica que los medios se lucren con el dolor de los demás y que nosotros lo permitamos. No. No se justifica.
El periodismo es una actividad intelectual, pensante. Por eso hay que frenar a los tontos.