Estos tres también van de diputados… ¡Y piden tu voto!

No es nada nuevo que cualquier tonto quiera ser diputado. Eso es algo más viejo que el propio Rosuco.

Seamos sinceros: cualquier tonto puede ganarse una silla en el Congreso Nacional. Siempre fue así, y siempre será así.

Muchos desastres que vivimos en la actualidad son culpa de malos diputados que legislaron en el pasado a favor de unos cuantos… y para su propio beneficio.

Puede que ahora la cosa se esté pasando de la raya, y vemos a personajes sin ninguna capacidad intelectual (del morro, puej), empujados por su vanidad, ego y otras debilidades terrenales, deciden de un día a otro que “YO SERÉ DIPUTADO”.

Se imaginan que se levantan una mañana, se van al baño, mandan un telegrama, se paran frente al espejo, se ven la panza y de repente, oh, los dioses de la ambición los iluminan y zas, allí mismo deciden que van a lanzarse.

Vale un pepino que poco o nada les interese el prójimo y sus necesidades. Tampoco interesa que no tenga ni una idea de qué es lo que hará cuando juramente como honorable diputado.

Estamos jodidos. No hay por dónde pasar. ¡Que Dios nos agarre confesados!

¿Eso es lo que nos merecemos?

Allí tenemos el caso de un célebre goleador del Olimpia al que le dio por meterse de diputado y poco (por no decir nada), ha hecho en el Congreso Nacional.

Pero no es su culpa. La culpa la tienen los que, empujados por el fanatismo y la poca reflexión, votaron por él.

¿Qué méritos tenía para convertirse en un legislador? ¡Ninguno! Y no lo digo por el ánimo de ofender, ni porque soy hincha del Platense. Es la verdad.

La ética, la honestidad, la solidaridad, la transparencia y el amor por Honduras deberían ser algunas de las cualidades de un buen congresista.

Vos me vas a decir que “¡No existe alguien así en toda Honduras!”, pero yo sé que sí las hay.

Porque también debemos ser justos y decir que SÍ ha habido buenos diputados, íntegros, trabajadores, con un amor profundo por el país y su gente. De buenas intenciones, idealistas.

Sepamos escoger. O después no nos quejemos.

Con este gran frijol los saludo desde Los Pinos, el mero mero de los barrios de la Capirucha.

EL SOBADO