“Las posibilidades que ustedes vengan mañana son mínimas”: pastor a centralistas

Una colegio donde solo existe dos colores el blanco y el gris, donde cada vez que usted entra se respira historia y se le vienen los recuerdos de inmediato.

Y uno empieza a hacer una innumerable lista de aquí se graduó tal y tal, el Ministro de Salud, la mejor financiera de Honduras, la mejor periodista del país y cómo no decir de aquí salen las mejores las palillonas.

Me imagino que con esta descripción ustedes ya saben de qué colegio hablo: del Central Vicente Cáceres.

Hoy tuve la oportunidad de visitarlo y en los pasillos me lleve una gran sorpresa.

Jóvenes alegres, llenos de vida, entre risas y risas se hace un coro que podría creer que de inocencia, que en realidad no saben qué es lo que pasa en sus entornos, aunque esas risas muy en el fondo son como el payaso.

Y en el fondo saben que sus vidas corren peligro y se exponen como nunca cada vez que van a clases, a pesar de todo esto ellos le apuestan a la vida y se involucran en actividades artísticas, como la banda, bailes, pinturas, etcétera.

Justo hoy que fui, estaban unos jóvenes que eran misioneros brindando un concierto en el cual hablaban de la salvación.

Su único interés es salvar vidas y llevarlas a Cristo.

En eso el pastor dijo “Somos ocho millones de habitantes, la mitad somos jóvenes, pero están matando al 30 por ciento, así que las posibilidades de que usted venga a clases mañana son mínimas, es por eso que debemos de entregar la vida al Señor”.

Yo no sé ustedes, pero a mí la piel se me puso chinita, y ver esas caras que afirmaban lo que el decía llegó un punto en el que casi se me salen las lágrimas.

¿De quién es la culpa? De todos de padres que dejan a sus hijos a la deriva, de no saber en qué andan, que nunca se pusieron a platicar con sus hijos de cómo se siente, de parir y parir sin tener los recursos económicos para sustentar aunque sea los tres tiempos de comida.

Del Estado que solo se presenta para juzgar pero nunca esta para apoyar y defender nuestros derechos; de los maestros que ahora dan las clases por darlas y no por formar personas de bien y no un robot que memorice.

De la iglesia, que predica pero no acciona

No nos dejen caer a los jóvenes. Todavía es tiempo de rescatarnos, estamos pidiendo ayuda a gritos, no se hagan los sordos, por favor; no somos el futuro, somos el presente de este país y no podemos negar que existe un problema -y grave-.

No podemos seguir con estas cifras.