Berta Cáceres y los “piojitos”

Hoy, después de trabajar, llegué a mi casa y como siempre mi mamá me tenía la cena hecha: frijolitos, plátano, huevo en torta, como a mí me gusta.

Cené, me puse la pijama y me fui a la sala a ver noticias, mi mamá estaba sentada en el sofá y me dijo “Venite mi muñe, que te voy hacer piojito” (Piojito es rascarme la cabeza hasta que quede dormida).

Feliz de la vida me acosté en sus piernas y empezó hacerme su famoso “piojito”.

Mientras cambiaba de canal me encuentro con una joven exigiendo justicia por el asesinato de su madre, y en ese mismo momento me pongo a pensar ¡¡¡BERTA TAMBIÉN ERA MADRE!!!

Se me vinieron muchísimas ideas y pensamientos tristes y me pregunté: ¿Qué haría si me quitan a mi madre?

Ya no tendría más cenas ricas, no tendría el huevo en torta que tanto me gusta.

Tampoco tendría quien me haga “piojito”

No tendría a esa mujer que me diga todos los días “que bonita sos, mi muñe” por más despeinada que ande.

Tampoco encontraría mis cosas (zapatos, ropa, papeles tirados) porque ella es la única que sabe dónde están mis chunches.

Tampoco tendría mi fans número uno que me diga “Qué buena nota, mi niña”, cuando tal vez mi jefe me ha regañado porque está totalmente horrible.

No tendría esas largas pláticas donde me aconseje y me diga “Si te lo digo es por algo, Karla”.

Tampoco sería la bebé de nadie porque a pesar de que tengo 22 años siempre seré su niña.

Tampoco esos gritos de “Mirá, pendeja, podrás tener 50 años pero mientras vivás en está casa yo mando”.

Los besos de todos los días cuando salgo y entro a la casa.

Esas oraciones eternas declarando todas las bendiciones habidas y por haber sobre mi vida.

Mi mejor amiga se iría, sí porque eso es mi mamá, una súper amiga a quien le cuento el hombre que me gusta y el que me quiere conquistar.

En eso escucho unos grito que me hacen reaccionar, eran mis hermanos menores, diciendo “Mamá, mamá, en el colegio me pidieron 100 lempiras, los ocupo para mañana”, mientras el otro le decía “¿Me has visto el saco negro? mañana voy a exposición y no lo encuentro”.

Mientras mi mamá arreglaba los problemas de mis hermanos, me levanté y me fui a mi cuarto suspire y dije en vos alta “Por Dios”.

Creo que en ese instante valoré como nunca lo que es tener una mamá, y traté de ponerme en los zapatos de los hijos que deja Berta Cáceres y pongo “traté” porque estoy cien por ciento segura que me van a quedar muy grandes si digo me puse en los zapatos de los hijos de Berta.

Si faltara mi mamá, como hermana mayor me tocaría asumir ese papel o tratar de asumirlo, estoy más que segura que no podría con eso, por el hecho de que no me corresponde aún.

Ese no es mi papel, también por el hecho de que trabajaría día y noche si es que encuentro otro trabajo en este país, para poder suplir sus necesidades.

Así que eso implica que no tendría tiempo para buscar el saco negro de mi hermano, o hacer diferentes tipos de huevo porque ha cada quien le gusta de una manera, inclusive creo que nunca más volvería a comer huevo.

Tampoco me quedaría tiempo para llevar a mi hermano pequeño a las clases de fútbol y mucho menos para decirles que son unos guapos como lo hace mi mamá porque ni tiempo me quedaría de verlos por las mañanas, porque seguramente pasaría amargada con tanta responsabilidad.

Peor para dar consejos de qué les conviene o que no, quitando todo lo demás que estoy segura que no podría hacer.

Como ley de la vida sabemos que los hijos tenemos que enterrar a nuestros padres, pero también todos soñamos enterrarlos cuando estén viejitos y primero disfrutarlos al máximo, ver su cara de felicidad por nuestros logros, ver sus lágrimas de emoción cuando nos casemos y también ver en lo alcahuetas que se convierten cuando tienen nietos.

No me quiero imaginar lo que estos jóvenes están sintiendo, tal vez no encuentran el saco o los zapatos o más de uno no puede dormir porque ya no hay nadie que le haga “piojito”. Recuerden ¡¡¡BERTA TAMBIEN ERA MADRE!!!.

Dueles su ausencia y la silla vacía.